Leyenda del Monte Perdido
Como casi todos los lugares ‘mágicos’ este no podía ser menos y también tiene su leyenda, así que antes que nada entraremos en El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido contando una leyenda de cómo se formó:
Donde ahora se alza el majestuoso el todopoderoso Monte Perdido, en otro tiempo habían pastos verdes donde los pastores llevaban a pastar su ganado. En uno de estos pastos, una tarde cualquiera descansaba un pastor con su perro y su rebaño, comiendo las viandas de su zurrón, cuando se le acercó un mendigo muy desaliñado y le pidió algo de comer. El pastor, hosco y de no muy buen corazón, se desentendió de él. Tras negarle comida, la zona quedó inmersa en una espesa niebla y el cielo azul se tornó negro y se desató una gran tempestad. Pastor, perro y ganado se perdieron y nunca más se supo de ellos.
Los lugareños afirman que donde ‘se perdió’ el pastor apareció una gran montaña, compuesta de rocas y hielo, como el corazón del pastor, la llamaron ‘Monte Perdido’.
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido está ubicado en el Pirineo oscense, íntegramente en la comarca del Sobrarbe, Aragón (España). Se reparte entre los términos municipales de Bielsa, Fanlo, Puértolas, Tella-Sin, Torla-Ordesa y Broto.
Tiene una superficie de 15.608 hectáreas, desde la reclasificación de 1982 donde se incluyeron los tres valles que, además de Ordesa, forman el Macizo de Monte Perdido: Valle de Pineta, Gargantas de Escuaín y Valle o Cañón de Añisclo. Lucien Briet (1860-1921), pirineísta, fotógrafo de talento, observador, y ante todo, un enamorado del Pirineo Aragonés, en 1909 sugirió la creación de un Parque Nacional en Ordesa, pero tuvieron que pasar nueve años, concretamente hasta el 16 de agosto de 1918, para hacer realidad este sueño.
Es difícil describir este Parque natural, así que lo vamos a hacer con las palabras de Lucas Mallada, que como Lucien Briet o Soler i Santaló quedaron prendados de estos parajes y contribuyeron con sus trabajos a su difusión y a que fuera protegido. Lucas Mallada, en su libro Descripción física y geográfica de la provincia de Huesca, publicado en 1878, describe así el Valle de Ordesa:
‘Se recogen las aguas entre la Brecha de Rolando por un lado y Tobacor y La Catuarta por el otro, en un sinuoso torrente cercado en el verano por manchas de nieve y relleno totalmente por ésta en el invierno. Da origen al Ordesa, que desde su comienzo se encauza en arco de círculo, entre escarpas y tajos a pico, al entrar en tan formidable garganta y antes de llegar a la mitad de su curso se derrama en 5 cascadas en escalinata. Pasa de 300 m la altura de los escarpes, que a modo de cuchillos y murallones le sujetan por la izquierda, y todavía son más altos los tajos verticales de la orilla opuesta en Mondarruego, que se dibuja desde el Mediodía en fajas horizontales de diversos colores y es dominado por la Cárquera frente a la Brecha. Ocupan el valle de Ordesa espesos bosques de hayas, pinos y pinabetes sobre su fondo, que se aplana y ensancha hasta tener algunos centenares de metros, y llega a sitios donde justifica el apodo de Paraíso de los Pirineos con que algunos le designaron. Frente a Cotatuero, por muy habituado que uno se halle a contemplar grandezas de la naturaleza, no puede menos de quedar absorto de tanta belleza reunida en un solo punto. El río serpentea mansamente a través de las selvas frondosas, regando praderas cuajadas de florecillas; y por una canal ancha, entre Tobacor y Mondarruego, baja a su derecha la cascada de Cotatuero, terminación de un torrente que al pie de la Brecha y la Falsa Brecha, surca una extensa planicie, tal vez la tierra de pastos más elevada de los Pirineos’.
Flora del Parque Nacional de Ordesa y Monte
El clima y la orografía que han ido variando, han condicionado la riqueza, variedad y distribución de las especies vegetales. Aunque no hay que olvidar la mano del hombre que ha alterado la vegetación preexistente creando zonas de pasto y cultivo y que ahora con la despoblación está favoreciendo la regeneración de la vegetación primitiva.
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido podría definirse como ‘un gran jardín de montaña’, donde encontramos un verdadero muestrario de plantas con más de 1.500 especies de la flora pirenaica, conviviendo especies comunes, y no por ello menos bellas, con otras endémicas de estas montañas.
En las zonas más bajas de los valles, junto a los cursos fluviales, encontramos la vegetación propia del bosque de ribera. Más próximos al cauce los sauces y los chopos. Según nos alejamos, los álamos, los fresnos, la ajedrea y la dulcarama.
La media montaña es el terreno preferido por los quejigares de Quercus faginea, en cuyos claros crecen el guillomo (durillo), el boj, el enebro o los arces, compartiendo territorio también con el Pinus nigra.
Asociada al boj, y a veces a la gayuba (uva de oso), en las solanas y lugares con viento, donde el suelo es más pobre, encontramos la carrasca, formando entre ellos el carrascal montano que aquí alcanza su límite ya que no pasa a Francia.
En los barrancos, donde el ambiente es poco soleado y hay más humedad, tenemos el bosque mixto. Aparecen helechos y los robles rodeados de especies frondosas como el abedul, fresno, boj, avellano, mostajo, serbal, entre otras. Es territorio también es para la haya, mezclado con el Quercus faginea.
Conforme aumenta la altitud aparecen extensiones de pinos silvestres en los valles. Los pinos, según la característica del terreno, los podemos encontrar acompañados de enebros, aliagas, erizón (cojín de monja), gayuba, espliego… entre otras.
Cuando el bosque alcanza mayor altitud, en la alta montaña hasta los 2.200 m. el pino negro va dejando espacio a los arbustos como la bufalaza, el enebro, la gayuba, el rododendro y el arándano, hasta llegar al pasto alpino y la total desaparición de vegetación, que en las partes más altas se reduce a las fisuras de los roquedos más protegidos.