Los bulbos son como semillas gordas

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Los Tulipanes, los Jacintos, las Clivias, los Lirios, las Dalias, los Gladiolos… son plantas bulbosas que en épocas concretas del año pueden decorar nuestro jardín. Pero también lo son las Patatas o las Cebollas con las que nos alimentamos.

Nos llama la atención que cuando compramos las plantas bulbosas para plantarlas en el jardín, en realidad compramos sus bulbos. Estos son una parte de la planta que en realidad no es una semilla, sino un órgano de reserva donde se encuentra latente, esperando las condiciones favorables para volver a desarrollarse.

Normalmente, las bulbosas suelen perder sus hojas durante las épocas más desfavorables para su crecimiento (el invierno o el verano, dependiendo de la especie) y permanecen en reposo gracias a las reservas almacenadas en sus bulbos.

Hay “bulbos de primavera” y “bulbos de otoño” según en la época en que deben de plantarse. Si nos equivocamos de época, las plantas comenzarán a crecer… y al no estar en sus condiciones favorables lo harán mal e incluso pueden morir.

Los bulbos de primavera incluyen especies como las calas, gladiolos, dalias, nardos… y en las de otoño especies como las anémonas, fresias, iris, tulipanes, etc. Las primeras florecerán durante el verano y mediados de otoño, mientras que las de otoño lo harán desde mediados de invierno hasta finalizar la primavera.

A la hora de plantar los bulbos debemos elegir el lugar deseado, dejar bien mullida la tierra y fertilizada si así se considera necesario, realizar unos pequeños hoyos y enterrar los diferentes bulbos de forma individualizada. Como norma orientativa, los bulbos se entierran guardando su verticalidad, a una profundidad máxima equivalente a dos veces el tamaño del bulbo plantado.

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