Los Bonsáis

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En Europa, los Bonsáis se comenzaron a introducir a mediados del siglo XIX de forma paulatina, teniendo su punto de ‘despegue popular’ cuando tres árboles Bonsáis fueron exhibidos durante la Feria Mundial de París en 1900.

Es complicado datar su origen, pero aunque normalmente es considerado una creación japonesa, todo apunta a que los Bonsáis tienen su origen en China hace más de 2.000 años. Pero pocos siglos después, fueron adoptados por los japoneses, asociando fuertemente el símbolo Bonsái con el creciente movimiento del budismo zen, hasta tal manera que pronto se convirtió en el máximo pasatiempo y símbolo de estatus en la aristocracia.

Así, Bonsái es una palabra japonesa que significa literalmente ‘bon’ bandeja y ‘sai’ naturaleza. Y consiste en el arte de cultivar árboles y plantas de porte grande en su estado natural, reduciendo su tamaño mediante técnicas culturales como son el trasplante, la poda, el alambrado, el pinzado, etc., además del modelando de su forma para crear un estilo que nos recuerde una escena de la naturaleza.

En su origen, los fundamentos filosóficos de los Bonsáis eran la armonía entre el hombre, el alma y la naturaleza. En cambio, en la cultura occidental, ha importado desde un punto de vista general el ‘producto’ pero no su significado, dotándolo sólo de un factor ornamental. Sólo basta saber que el arte del bonsái se originó en China como objeto de culto para los monjes taoístas, siendo para ellos un símbolo de eternidad (el árbol representaba un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra…) mientras que en Europa, tener un Bonsái es generalmente tener una planta muy exótica.

Volviendo a sus orígenes, durante siglos, la posesión y el cuidado de los Bonsáis estaba ligada a los nobles y a las personas de la alta sociedad. Aquellos que podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad y así fue, como los monjes, disponían los árboles pequeños en vasijas a lo largo de las escaleras de los templos y hasta eran fuente de culto.

También en su origen, este arte consiste en transmitir todas las características de un árbol desarrollado en la naturaleza a un árbol pequeño cultivado en maceta. Para ello se buscaba reproducir estos árboles según los existentes en las altas montañas por lo cual utilizaban sólo especies que existían en los montes y que ya poseían formas especiales en su intensa lucha contra las adversidades climáticas. De ahí muchas de sus formas actualmente ‘tradicionales’.

Los Bonsáis, si se plantan en el suelo y se dejan crecer de forma natural… alcanzarán con el tiempo natural de su desarrollo, los tamaños característicos de su especie. Como Bonsáis, se mantienen pequeños dándoles forma, podando su tronco, pinzando sus ramas y las raíces cada cierto tiempo según la especie. Sólo sus flores y sus frutos mantienen su tamaño característico de su especie.

Cualquier especie o variedad arbórea o arbustiva puede ser cultivada como Bonsái, pero como ‘producto’ importado, las más apreciadas por los aficionados son aquellas que poseen las hojas pequeñas de forma natural y además son resistentes al cultivo en maceta. Ejemplos de los géneros más comunes son los Acer, Pinus, Ulmus, Rhododendron, Ficus, Olea, Juniperus, etc.

Elementos asociados a la planta de Bonsái como complementos están su cartel (kakemono), un arreglo floral (ikebana), una planta de acento (kusamono), o un roca (suiseki).

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