Dentro de las diferentes partes de las que se compone una planta, se encuentran las raíces. Estas son el equivalente en las personas como ‘la boca’ ya que mediante las raíces, la planta ‘bebe’ y coge la mayoría de los elementos nutritivos que necesita para vivir.
Las plantas toman el agua por las raíces y por ello vemos como si el substrato se queda seco, comienzan a ponerse lacias. En estos casos, si las regamos vemos como al poco tiempo vuelven a tener su aspecto normal. Todas las plantas no requieren la misma cantidad y frecuencias de riego ya que si nos pasamos, al igual que pasa con las personas, podemos ‘ahogarlas’. Siempre consultaremos a los mayores si las plantas que tenemos necesitan mucha o poca agua para dársela en la justa medida.
Por las raíces también toman del suelo los nutrientes que necesitan. Estos tienen nombres como el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el hierro, el calcio, el magnesio… no todos en la misma proporción pero sí todos de forma necesaria. Si alguno no lo encuentra o está en cantidades insuficiente, la planta comienza a crecer mal, al igual como cuando nosotros no comemos adecuadamente… que nos podemos poner malitos.
Estos nutrientes se aportan a la planta bajo el nombre de abonos y hay que realizarlos de vez en cuando para que la planta crezca correctamente. Una vez tomados del suelo, estos nutrientes son transportados por el interior de la planta hasta las hojas para, por mediación de una reacción llamada ‘la fotosíntesis’, transformarlos en el verdadero alimento con el que se nutre. Las plantas, son los únicos seres vivos capaces de realizar esta transformación.
Las raíces pueden tener muchas formas e incluso realizar funciones más allá de la simple recogida de nutrientes del suelo. Hay raíces acuáticas, aéreas y las más normales… las de tierra. Y en cuanto a funciones extras… simplemente tenemos que recordar a las patatas, las zanahorias o las chufas, de las cuales se hace la famosa horchata.