“El amor es la única cosa que crece cuando se reparte”
Antoine de Saint-Exupery
14 de febrero, “Día de los Enamorados”
Las flores han sido utilizadas como emisarias del amor desde la antigüedad. Con flores expresamos sentimientos, deseos, pasiones y declaraciones de intenciones.
Las civilizaciones de antiguo Oriente fueron las primeras en emplear las flores para transmitir ideas y sentimientos, una costumbre que se extendió por todos los países del mundo sobre todo a partir del siglo XVI en Europa.
Deshojando una margarita preguntamos: ¿me quiere?, ¿no me quiere?.
Por otra parte, «dar calabazas» es una expresión utilizada hoy en día para ‘rechazar a alguien que propone una relación amorosa a otra persona, que no le corresponde’. Su origen proviene de la Antigua Grecia, donde la calabaza se consideraba anafrodisíaca (antiafrodisíaca), por lo que ofreciéndolas contribuíamos a apagar el fuego de la lujuria evitando así los escarceos amorosos. Durante la Edad Media, el clero recomendaba utilizar pepitas de calabaza durante el rezo para alejar los pensamientos impuros y lascivos; incluso se pensaba que mascar sus pepitas contribuía a cumplir el voto de castidad. La expresión siguió tomando forma en tiempos de Cervantes, en los que significaba «desairar» o «no conceder a alguien lo que pide», incluso comenzaba a utlizarse en el contexto del noviazgo. En algunas zonas rurales de Cataluña, cuando el pretendiente no era del lugar, se le invitaba a comer a casa de la chica. Si le ofrecían fuego para el cigarro significaba se aceptaba el noviazgo; si se le servía un plato de calabaza, quería decir que el mozo no era del agrado de la familia.
La rosa siempre ha sido la flor del amor. Mandar una rosa es decir “te quiero”. Una rosa roja abierta es el símbolo de un romance ya concretado aunque sólo fuese en caricias y besos furtivos. Las rosas amarillas representan al “amor eterno”. La de pétalos rosados es sinónimo de “te amo tiernamente”. Las de color rojo “te amo con locura”. Empledas en ciertas ceremonias religiosas fúnebres, en siglos pasados las rosas blancas no eran portadoras de felices mensajes en el amor, ya que con ellas, uno de los miembros de la pareja anunciaba al otro el fin del amor.
Pero la simbología de las flores es muy extensa: con los gladiolos se convocaba una cita amorosa, siendo su número un indicador de la hora del encuentro. El clavel rojo expresaba “mi corazón suspira por ti”. El jacinto, emblema de la constancia expresa la persistencia “seguiré intentándolo”.
En la Edad Media las novias solían llevaban al altar un ramo de verbena para garantizar la dicha conyugal. Regalar un ramo de verbena equivalía, de hecho, a una propuesta de matrimonio.
Hoy día, las flores mantienen todavía su condición de emisarias del amor. Regalar flores el 14 de febrero, Día de los enamorados es igual a decir «te quiero».